sábado, 25 de julio de 2009

De Repente (5º Capitulo)

Alrededor de las nueve de la noche las bocinas del embotellamiento, las sirenas que le pertenecían a todos los automóviles de la policía, la ambulancia y los bomberos, más la multitud que se llenaba de curiosidad, cubrían la calle del Centro de Psiquiatría San Expedito. Esos millones pares de ojos solo se posaban asombrados sobre el fuego que abrazaba el edificio. Todos los internos fueron trasladados de inmediato al ala restringida del hospital más cercano, exclusivamente por seguridad ya que ninguno resultó herido. Alma fue con ellos por el momento, todos los doctores sabían que la culpable había sido ella, el incendio comenzó en su habitación, con una colilla de cigarrillo sobre las sábanas. Al tratarse de un caso especial debería tomarse con pinzas, dejar enfriar un poco la situación, y tomar serias decisiones por la mañana.
El doctor que estaba a cargo de la culpable del incendio fue informado de la situación. Ya no estaría a cargo del caso de Alma. Ella fue trasladada a una Clínica Psiquiátrica de máxima seguridad, y estaría a su cargo un doctor mucho más preparado y con suma experiencia. Considerando que no podría jamás ir a la cárcel, esto era lo mejor que se podía haber hecho.
Lo siguiente que se supo sobre esta inusual historia de amor fue que el Doctor tuvo un niño saludable, y se dedicó por completo a él y a su esposa Romina, de manera que conservó solo uno de los turnos que tenía en uno de sus tantos hospitales. Y el caso de la muchacha que había incendiado el Centro donde yo trabajaba, esta mejorando con el paso de los meses, según el Doctor Rivera. Lo que escucho luego de casi un año son llantos acongojados, gritos, quejas y… un llanto dulce. Alma tuvo un bebé de ojos celestes, una niña que llamo “Rosita” por el simple hecho del color de sus mejillas. Nadie sabe la cantidad de cosas que uno puede llegar a enterarse escuchando a través de esa frase en común que todos alguna vez me dijeron: -“otra vez olvidó cambiar los focos, Norma”. En mi caso recibí mucho más que eso, porque hoy en día mi esposo y yo, luego de 50 años de ser solo nosotros encontramos la calidez que nos faltaba. Digan lo que digan los papeles de adopción, Rosa no es mi hija, y a su debido tiempo lo sabrá. De repente su vida tendrá otro significado, solo por ser ella lo único que el fuego no se llevó de aquel amor, entre Alma y Rubén.

Fin.

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