sábado, 25 de julio de 2009

De Repente (3º Capitulo)

Una nueva oportunidad se presenta en forma blanca, ideas alborotadas que esperan una orden dentro de ellas mismas, como eslabones indistintos procuran su futuro, el que ella decida darles.
Hoy, 15 de Junio, se cumplen tres años de su estadía. Estamos los dos solos en la habitación esperando su respuesta, y una hoja en blanco que nunca se llena se consume camuflada en el mantel, aquel obviado entre mirada y mirada constante, irregular.
Sus poros expiran un humo abstracto que no se ve mas que en los reflejos inconscientes que me regala la imaginación, aturdida de la realidad que le exige mucho más de lo que debería (sobre todo a ella), figura hermosa que corre disimuladamente hacia el baño; y mi frente se llena de impulsos que quieren rescatarla del autismo del cual esta tan acostumbrada, y mi espalda recibe a los invitados. Romina, princesa mía que luce su vientre cargado, tan orgullosa comparte mi alegría presente que se exhibe en los días contados y en cada esperanza sobre especulados deseos, repartidos en sus cuerpos, en sus sonrisas que ya nos felicitan.
Su vuelta da comienzo a cada despedida infinita, en todos los rincones ahuecados están repasando sus vidas en líneas detalladas, todas sienten lastima ajena (solo autoestima, solo autoestima) esa desagradable sensación que enfurece todo mi criterio, no tiene un “Por que”.
Fina luz que se adapta a la habitación oscura, sombras ensambladas que acomodan la inexistencia de todo lo demás, ella duerme, soñando siempre con el sonido de la puerta de acero cerrándose, y mis llaves, símbolo de su libertad, la encierran en un nuevo año.
Mi compañía es mucho más placentera que todas las manifestaciones imaginadas por ella (ya no pienso en ella, no lo hago) apoyo suave mi cuerpo en aquella cama ya ocupada, me percato del cansancio que no se daba por aludido hasta este minuto exacto en el que rotan las imágenes de hoy, en mi mente. Preciosas iris marrones que no miran sino al infinito, a todo abismo faltante, hacia cada brecha que da la oportunidad mínima a la duda; ahora deben estar navegando en el cielo (no pienso en ella) durmiendo casi simultáneamente, ¿así estaremos?
El silencio matutino apaga el alma, cubre mi rutina. Besando labios puros, vientres esperanzados, despedidas acostumbradas. El camino hacia el trabajo me regala episodios familiares en los bebés que veo. Me gusta pensar en todo lo espiritual que influye tan poco en mi obsesión, esa que desea saltar de mi auto en movimiento, ir a la playa, llorar todo un viejo mar, humedecer la arena en su extinción.
El pasillo ríe en mis tropiezos, colocando la atención mínima a todo lo que hago, a los pasos que doy, fijándome en los focos que Norma ha olvidado cambiar. Sosteniendo fotocopias, de papeles, de escritos, de problemas, de lo estresante que me desborda pretencioso jugando con la inmortalidad del “Yo” retorcido, cansado de cuestionar y cuestionarse para no caer en los impulsos arrodillados en las manos. Por fin, la hora del almuerzo llegó, y yo me paro frente a su puerta, la veo (pienso en ella) a través de los barrotes iluminados por el autismo enamoradizo que brota de sus dedos desnudos, los planta en el aire que todos contaminan y solo ella le da el silencio que necesita para embellecer. Ahí puedo ver que soy una extensión suya, que se admira en la eterna adulación que le brinda… tan solo hoy…solo mañana…siempre, la adoro siempre. Es inevitable que su esencia completa llegue a mi alma que le ruega a los que son capaces, que respiren más y más de ella, sin hacerla desaparecer, sin herirla. Deseo que se sienta protegida, amada todo el tiempo, por todos los cuerpos que la rodean y conforman cada ladrillo, muro esclavizado que desea ser vida alrededor de ella sin entender que para ella solo la libertad es vida.
Se la ve cansada, el ejercicio en grupo no es su fuerte. Mis llaves en al puerta oxidada dan paso a una visita extraordinaria, el timbre se retuerce en su rostro dentro de la larga espera. Sé exactamente lo que sus ojos me reclaman, y aun así no hago más que abrazarla, quitarla de la pared rocosa que la sostiene parada, sonriendo solo para mí.

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