sábado, 25 de julio de 2009

De Repente (4º Capitulo)

Me mira de reojo, tirado en el sillón hago algunos análisis sobre su comportamiento y lo mucho que ha progresado, como es de costumbre. Ella frunce el seño solo cuando me siente lejos, lo sé. Pero también se que es parte de mi trabajo ignorarla a veces, así suene cruel, es lo que tengo que hacer. Siquiera por estos últimos minutos que nos acercan a las ocho de la noche, nuestra relación debe ser profesional. ¡Estamos tan lejos! Cristales cubren su anatomía y la salvan, de cada lluvia dichosa que suspira en los pétalos saturados del Sol afable, de cada primavera llena de expectativas que a su lecho ya no llegan, de cada insegura manzana que hoy se aguarda más y más en la desesperación, aquella asmática que encierra el miedo en el pecho, toráxico inmóvil y pulmones fumadores (siempre activos); de cada injusta ironía mía, esa que sin desearlo se deja arrastrar por pequeñas vocecillas, que incitan al impulso vil y desahuciado, el que te hiere y luego llora en silencio, fuera de toda presencia.
Escaleras de caracol que suben hasta todas sus puertas, y la salvan, de mi, del enfrentamiento a cada especulación que ni a sí misma se soporta, porque el tema no le apetece, no le conviene actuar, saltearse las deudas para disfrutar del cielo por el cielo, y del Sol por el Sol, del viento en cada brisa, del día en cada hora más cercana a la noche, de mis besos que nunca llegan a puerto. Mas mi dulce sueño recurrente llega por fin a ellos y acaba con mi desdicha, dueña de todos los pozos negros que guardo bajo la piel arrugadita que cubre las pupilas, en el insomnio.
Me voy, mi turno en este edificio ha concluido. Puede que otras almas en pena necesiten tanto como ella de la salvación mental que mi trabajo ofrece, y que la belleza física las cubra también naturalmente, siendo a veces un punto fijo de distracción. Y puede no depender siempre de mi el hecho o la posibilidad de que encuentren el suspiro ese que las alivie, del encierro que vuelve a los años claustrofóbicos en pasos agigantados a lo lejos, imposibles en los minutos ahogados de encierro. Pero es también muy cierto que…Alma es la única que le brinda música afable a mi corazón. Río de incoherencia para ya no desear tirar toda una vida de esfuerzos por la borda, no es justo para nadie y en situaciones así no se puede ser egoísta, ni carismático, ni enamoradizo. Solo quisiera poder gritar, ¿quién diría que los anillos atan todo sentimiento?, y mis votos citados ya no me pertenecen en la actualidad. Sé que Romina es mi mujer, la que carga toda mi alegría en su vientre, esa justa alegría que no le pertenece a aquella que insiste en recubrirse de cenizas y autismo. Ya lo dije, no puedo creer que dije su nombre, el que me agobia por las noches pensante, sintiendo su soledad, el que me llena de repente los ojos de lágrimas si se reflejan en ellos alguna mueca suya, el que es dueño completo de mi amor…Alma.
Y si, doy vuelta la esquina ya desapareciendo de su vista confortable, cariñosa y serena.

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