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En febrero de 1929 contrajo matrimonio con Virginia Travis, de 16 años. Poco después ella quedó embarazada y finalmente murió en el parto junto con su criatura en abril de 1930. Johnson se casó por segunda vez con Esther Lockwood, madre de Robert Lockwood Jr., que más tarde se convertiría también en intérprete de blues, siguiendo las huellas de su padrastro.
Después de varios años actuando por todo el sur de EE. UU., tuvo la oportunidad de dejar registradas sus 29 legendarias canciones. Son 42 grabaciones (13 de los temas fueron grabados 2 veces), registrados en dos sesiones de grabación: la primera en San Antonio (Texas), los días 23, 26 y 27 de noviembre de 1936; la segunda en Dallas (Texas), el 19 y el 20 de junio de 1937.
Su muerte ocurrió en circunstancias extrañas. Se cuenta que fue envenenado con whisky por un marido celoso, dueño de un bar en el que Johnson actuaba. Algunos dicen que murió de neumonía, otros que de sífilis. Su certificado de defunción apunta que falleció el 16 de agosto de 1938, en Greenwood, estado de Misisipi y que no hubo autopsia.
Sólo dos fotos se conservan de Robert Johnson. En una aparece sentado. Camisa blanca, tirantes. Largos dedos negros dibujan un acorde en la guitarra. Mira fijo a la cámara. En sus labios un cigarro. En la otra posa también con su guitarra, vestido de traje, con sombrero. Relajado, sonriente. Alguna vez se afirmó que aparecía en tres segundos de algún antiguo filme. Luego descubrieron que no era él. En la misma cinta se puede ver el cartel de una película rodada dos años después de su muerte.
Cuenta una conocida leyenda que Robert Johnson vendió su alma al diablo en el cruce de la autopista 61 con la 49 en Clarksdale (Misisipi), a cambio de interpretar el blues mejor que nadie.
Bien fuera un pacto o las numerosas horas de estudio, la técnica depurada de Robert Johnson, unida a su voz un tanto fantasmal, se muestran magníficos en un buen número de temas continuamente revisados en el mundo del blues. Muchos de los que conocieron a Robert Johnson personalmente no dejaban de sorprenderse del talento de este joven músico. Los que viajaron y tocaron con él cuentan que podía mantener una conversación en una reunión llena de gente con la radio sonando de fondo sin prestarle aparentemente demasiada atención y al día siguiente tocar nota por nota cada una de las canciones que se habían emitido.
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